domingo, 7 de junio de 2009

CONSOL S. BUENDÍA (Barcelona 1951-Barcelona 2008)

Asen Mora recuerda a Consol S. Buendia

NO TODOS ESTÁBAMOS VIVOS

Sí, en nuestro primer encuentro dijiste:
¡Qué bien te veo!
Eran tus ojos que desvirtuaban la realidad
atravesaban los desconchados
las huellas del desplome
los contrapuntos del dolor
y se hincaban en lo hondo
penetraban en el óvalo entre ventrículo derecho
y anillas de esternón entreverado.
Yo sonreía, complacida o alertada, dualidad absoluta.

Cuando tantas voces reiteran la misma mentira
es que debo estar realmente mal.
El espejo tras el vaho compacto
mostraba lo que ya palpaban mis dedos
flaccidez, estrechez, minimalismo
ropas que cuelgan
pantalones que arrastran
sujetadores medio vacíos.

Retroceder a cuándo?
Mi adolescencia, mi despertar púber
mis primeros 50 kilos
cuando todo florecía
y era jabata en la jungla
recién estrenada de la vida.

Ahora la delgadez no es estética
tiene nombre científico
anorexia de neoplasia
no busquéis en googlees
tan fácil como decir
que el tumor se auto-alimenta
de mis reservas, mis depósitos de grasa
mis almacenes de proteínas
mis curvas y mis promontorios

Ahora voy a la moda
talla de jovenzuela,
ceñidos que no ofenden
protegida de bucles y lorzas
el rostro afilado
pero los ojos vivos y brillando

Me siento en paz
con sandalias de niña chica
camisetas con leyendas
y tejanos de cintura caída
¿Puedo pedir más a un miércoles de abril?.

Brotan mariposas,
emisarias de tanto bueno por vivir
pies alados y la calle abierta esperándome,
perdonar si me ausento,
me llama la primavera.


Consol S. Buendía

viernes, 5 de junio de 2009

LIDIA BEATRIZ BIERY (Argentina 1959-España 2008)

Edith Checa recuerda a LIDIA BEATRIZ BIERY

LO ÚNICO QUE ME PREOCUPA DE LA MUERTE

Norte o sur, agua o barro
en las orillas de las horas, todo es historia. Todo pasa,
el cuerpo es una voz que tiembla haciendo ecos
en la carne. El tiempo es un poema breve
que se posa en el mar, como al descuido,
y a veces llora y otras canta,
como un pueblo cuando está de fiesta
y pone luces en las calles,
como un velo de amor a pulso,
un velo
que acaricie miles de almas y parezca el sol
que muchos no han tenido
cuando el frío les trepaba las ramas de la infancia.

“Tanto se vive sin vivir” decía Juan Gelman,
pero Dios no está vencido, es como un cóndor
-la mitad del tiempo en sus heridas-
posado en la montaña. Todo pasa, hasta el vuelo del dolor
se acaba.

No despertar al lado tuyo
y que los pájaros nunca pronunciarán mi nombre,
es lo único que me preocupa de la muerte.


Lidia Beatriz Biery

lunes, 1 de junio de 2009

JUAN MORALES ROJAS (Córdoba 1918-Córdoba 1991)


Álvaro Morales recuerda al poeta JUAN MORALES ROJAS


LA VIEJA CASA DE LA CALLE DE LOS JUDIOS


Mi amada y vieja casa de la calle de los Judíos
dormía sobre el muro que la ciudad cerraba.
Tras ella un arroyuelo murmuraba tranquilo
bajo la dulce sombra de las higueras ásperas.
Yo soñaba en el muro;
a mis pies cantaba el agua...
Yo soñaba en el muro
cuando los ruiseñores despertaban al alba.
Cuando algunas palomas blancas
zureaban...
Y miraba a la sierra desde el muro
de mi amada y vieja casa.
Y mi patio tenía
una secreta columna enjalbegada.
Bajo la cal un sueño largo de siglos
en las vetas del mármol esperaba...
Hasta que un día mi padre
a la columna le lavó la cara
y al sol brillaron, en mi patio, divinos
jaspes de la Arabia...
Canarios y jilgueros
a la sombra de Agosto dormitaban...
Yo adoraba la siesta.
Yo su silencio y soledad amaba.
Mi patio y mis higueras, el muro y el arroyo
en luminosa orgía sesteaban.
Y para cantar versos
convertía mi garganta
en un laúd templado
en las jóvenes inquietudes de mi alma.
Y escuchaba el sopor de aquellos dúos
del arroyo y las chicharras
mientras bruma y calima
los lejanos cerros de Sierra Morena desdibujaban
y un romance de prisas monocordes
hacia el río, dulcemente, el arroyo entonaba...
Después gustaba de sentir en mi rostro
el calor de la tarde en el mármol de Arabia
y mis manos caricias prematuras
ensayaban,
igual que si la piedra
hubiese sido el talle de una guitarra
o la cintura mimbreña de una novia
o la acequia que esconde la frescura del agua...
Han pasado los años...
Nevó en los aladares del poeta que canta
¿Dónde fueron aquellas alegrías íntimas,
aquellas alegrías plácidas
del humilde arroyuelo,
de la siesta dormida, tórrida paz lograda,
mientras besaba el muro de canela
el rojo de los tomates que mi padre sembraba...?
Quizá siga durmiendo, entre las piedras,
con mi alma de niño, un suspiro de Arabia;
una kasida bella,
una sangre de flora musulmana,
o la perenne flor, inmarchitable,
de una ilusión que se volvió nostalgia...